Agustín Soria
Estudiantes de Lic. Medios Audiovisuales y Digitales de UNRaf, para el Taller de pos-producción digital, a cargo de Marianela Tallano y Mauro Theler.
Agustín Soria
Estudiantes de Lic. Medios Audiovisuales y Digitales de UNRaf, para el Taller de pos-producción digital, a cargo de Marianela Tallano y Mauro Theler.
Entrevista realizada hace unas semanas a la psicóloga Marisa Nicolás. Conocé su aguda mira acerca de cómo vivimos y nos transforma la pandemia.
Por: MC.
Cuando llegó Covidiecinueve el efecto fue paradojal. Ninguno sabía y todos sabían. Al mismo tiempo ambos sectores: se apresuraron. Se inundaron la televisión y las redes con imágenes espantosas. Quiero decir, no hubo novedad ni cambio en relación al espanto sino un deslizamiento de ropajes significantes. En Argentina se pasó de ver tirar cerdos en helicóptero y reventar a un pibe a la salida del boliche, a dar cuenta del abandono, la impotencia y la saturación de sistemas de salud en países que no, porque allá no pasa y no puede ser. Parecía que aquella fantasía dónde el Otro tiene, puede y sabe, se venía a pique. Y cuándo llegue por aquí? Todavía estamos viendo. Parecía dije porque en casa, en las casas había que poner a jugar aquella fantasía con los más pequeños: “a los niños el Covidiecinueve no les hace nada”. Madres y padres entendiendo ahora, que las verdades son parciales y tienen la estructura de una ficción. Se escribieron y contaron tantos cuentos en equivalencias a antiguos relatos orales: el viejo de la bolsa, el lobo y el covidiecinueve.
No había nevada mortal entonces pero había y hay que quedarse en casa. Hasta nuevo aviso. Los mismos métodos de aislamiento que la historia enseñó ante la infección, el enfermo, el leproso, el loco. Figuras que relanzan la segregación. Hace mucho. Mucho. Tanto que olvidamos la potencia del higienismo como control poblacional (hoy aggiornado el término en la suma de lo que Preciado viene denominando como biotecnofarmapornografía cayendo sobre los cuerpos).
Interesan un par de significantes más antes de cerrar: si nos guiamos por lo que rápidamente desapareció de las góndolas, el alcohol (en todas sus variantes), la lavandina y el papel higiénico fueron escudo. Y respiradores. El aire como un derecho y la respiración como ejercicio volvió a facturar. Me acercaron a Mbembe quien lo señala cuando se busca tapar la boca y no tocar. Decían, decimos y dicen que la rutina viene bien como intento antidemencial. Sostener algunas cositas. No tanto, tampoco se presione. Encima.
En el consultorio hubo movimientos y no todos esperamos a fase cinco para lanzarnos al riesgo de salir de la pantalla y destapar la boca. Recordé los riesgos de la negación y el efecto de lo siniestro sobre el psiquismo, a la vez que fui escuchando los efectos devastadores de las pérdidas y las amenazas.
Cuando llegó Covidiecinueve el efecto fue paradojal.
Ninguno sabía y todos sabían.
Y seguimos en esa…
Compartimos el relato de la ilustradora y tatuadora Julia Filipone, quien nos cuenta su experiencia sobre como convivir en un mismo espacio articulando familia, trabajo y las nuevas costumbres que nos está dejando la pandemia…