El primer día completo de cuarentena, compramos todo lo necesario para hacer títeres con porcelana fría. Era fundamental (y una decisión tomada) darle todo tipo de contención a nuestros hijos, estimularlos para que la nueva rutina de encierro no sea una cárcel. Nos pasamos toda una noche haciéndolos. Cada quien hizo un personaje. Los dejamos secar y al día siguiente ya listos los plantamos en diferentes partes del patio. Los chicos decidieron que esos títeres ahora son “EspantaCovid” Aún están ahí, cuidándonos. Y nuestros hijos felices de transformar un juego en una ilusión de protección. Día a día, una frase que se repetía sobre todo en los más chicos fue: “Le vamos ganando al virus”
Por:Abrate, Sofía. Profesora y estudiante de Psicología. Lic. Castelli, Nadia (MP 9939) Lic. Santi, Micaela (MP 1833) Lic. Sticca, Victoria (MP 9315)
Los astros son ronda de niños, jugando la tierra a espiar… Los trigos son talles de niñas jugando a ondular…, a ondular… Los ríos son rondas de niños jugando a encontrarse en el mar… Las olas son rondas de niñas, jugando la Tierra a abrazar…
Gabriela Mistral
Los vínculos en la pandemia, y después? Corría marzo del 2020, armábamos proyectos, proyectos de familia, de amistades, de mudanzas, de festejos, de ciclos que terminaban para comenzar otros. De repente, un comunicado oficial determina la cuarentena obligatoria, social y preventiva.
¿Qué era eso? ¿Teníamos que quedarnos en casa? ¿Casa? ¿Qué es una casa? ¿Qué significa una casa? ¿Cómo se construye?¿Tiene cimientos, ladrillos, rutinas, hábitos? ¿Será solo lo arquitectónico, una estructura que sostiene, que aloja, que da calor? ¿Será un armado, serán esas armaduras y ligaduras? ¿Casa con olores, ruidos, música, aquellos recovecos que solo uno conoce, ahí donde no me encuentran, una caja de recuerdos en el armario? ¿Será todo eso una casa? La casa como lo interno, lo íntimo y a veces, también, lo siniestro…
Ahí teníamos que quedarnos, por tiempo indeterminado. Salir a la vereda, ir a la plaza, jugar con los amigos, abrazarse, todo eso que nos construye y nos da identidad, ahora se volvía peligroso, debíamos cuidar-nos para también cuidar a los otros. Eso nos decían.
Algunos vínculos estaban cercanos, en la misma cuadra, la misma ciudad pero para otros había que atravesar fronteras… pero nos volveríamos a ver, seguro. En el medio nos preguntamos cómo sería el día después, nos imaginamos tomados de la mano y jugando a la ronda, también cantando, abrazándonos, escuchándonos…. y nos resonaba de fondo.
¿Y si el día después es este, es esto? Esto que vino a aparecer intempestivamente preguntándonos ¿Y ahora en qué principios y paradigmas vamos a hamacarnos? ¿Será que estas nuevas formas han venido a quedarse y a enlazarse como cotidiano? ¿Será que en el afuera hay que andar con cuidado? ¿Será que tendremos que volver a conectarnos con esa casa, con esos vínculos? ¿Podremos volver a lo de antes? ¿Será que tengamos que encontrar otras formas de ver-nos y escuchar-nos?
A veces seguimos soñando e imaginamos el día después. Aparecen unos colores brillantes, brillantísimos que iluminan desde muy lejos, claro, también aparecen los oscuros, esos que son medios verdosos, azulados y que se van amarronando. A veces inclusive aparecen mezclados, rotos, como una paleta con un orden diferente. Tal vez el interior hacía rato que estaba siendo fondo, y ahora vino a chorrearse sobre el mundo. En el medio de todos esos colores aparecen los “turnos”. ¿Se acuerdan cuando eran niños y decían “es mi turno para ser la mancha”? Porque los turnos ordenan, dan lugar al otro, a uno mismo. Porque con turnos es más fácil. Porque me escucho, escucho y me escuchan. El turno puede ser un gesto, una mirada, una palabra, una sonrisa, una levantada de cejas de esas imponentes, esas que te dejan sin respiro o con un suspiro. Al final y al cabo, el texto se llamaba Los vínculos en la pandemia. ¿Será que los vínculos son diferentes, pandemia mediante? ¿Habrán cambiado? ¿Serán los vínculos esa CASA en la que podamos quedarnos y cuidarnos?
Cuando llegó Covidiecinueve el efecto fue paradojal. Ninguno sabía y todos sabían. Al mismo tiempo ambos sectores: se apresuraron. Se inundaron la televisión y las redes con imágenes espantosas. Quiero decir, no hubo novedad ni cambio en relación al espanto sino un deslizamiento de ropajes significantes. En Argentina se pasó de ver tirar cerdos en helicóptero y reventar a un pibe a la salida del boliche, a dar cuenta del abandono, la impotencia y la saturación de sistemas de salud en países que no, porque allá no pasa y no puede ser. Parecía que aquella fantasía dónde el Otro tiene, puede y sabe, se venía a pique. Y cuándo llegue por aquí? Todavía estamos viendo. Parecía dije porque en casa, en las casas había que poner a jugar aquella fantasía con los más pequeños: “a los niños el Covidiecinueve no les hace nada”. Madres y padres entendiendo ahora, que las verdades son parciales y tienen la estructura de una ficción. Se escribieron y contaron tantos cuentos en equivalencias a antiguos relatos orales: el viejo de la bolsa, el lobo y el covidiecinueve.
No había nevada mortal entonces pero había y hay que quedarse en casa. Hasta nuevo aviso. Los mismos métodos de aislamiento que la historia enseñó ante la infección, el enfermo, el leproso, el loco. Figuras que relanzan la segregación. Hace mucho. Mucho. Tanto que olvidamos la potencia del higienismo como control poblacional (hoy aggiornado el término en la suma de lo que Preciado viene denominando como biotecnofarmapornografía cayendo sobre los cuerpos).
Interesan un par de significantes más antes de cerrar: si nos guiamos por lo que rápidamente desapareció de las góndolas, el alcohol (en todas sus variantes), la lavandina y el papel higiénico fueron escudo. Y respiradores. El aire como un derecho y la respiración como ejercicio volvió a facturar. Me acercaron a Mbembe quien lo señala cuando se busca tapar la boca y no tocar. Decían, decimos y dicen que la rutina viene bien como intento antidemencial. Sostener algunas cositas. No tanto, tampoco se presione. Encima.
En el consultorio hubo movimientos y no todos esperamos a fase cinco para lanzarnos al riesgo de salir de la pantalla y destapar la boca. Recordé los riesgos de la negación y el efecto de lo siniestro sobre el psiquismo, a la vez que fui escuchando los efectos devastadores de las pérdidas y las amenazas.
Cuando llegó Covidiecinueve el efecto fue paradojal. Ninguno sabía y todos sabían. Y seguimos en esa…
Por: Trinidad Bussolaro (Fotografías) y Franco Ojeda Trejo (Texto).
Muchas personas nos suelen preguntar ‘Che, yo quiero colaborar con el Barrio Esperanza pero no tengo tiempo. ¿En qué puedo ayudar?’ Una de las formas en las que se puede ayudar (importantísima en estos tiempos de virtualidad) es colaborando con la divulgación en las redes sociales. A los vecinos y vecinas, y a quienes participamos en el proceso de transformación del Barrio, nos parece importante poder visibilizar las historias del mismo. No para que quien lo vea vanaglorie a quienes colaboramos, sino porque la divulgación de estas historias ayuda a que se produzca un cambio de sentido sumamente importante en nuestra sociedad en general. Acercar genera que muchos estigmas y prejuicios comiencen a disolverse. Y eso es sumamente importante porque muchas veces esos estigmas y prejuicios generan trabas para que las personas puedan desarrollar sus vidas plenamente. Es momento de recomponer el tejido social, de que volvamos a sentirnos como lo que debemos ser: una comunidad.
Divulgar para acercar, acercar para conocer, conocer para comprender, comprender para aceptar, aceptar para incluir, incluir para vivir.
Este registro fotográfico es del día 8 de julio de 2020 en el Barrio Esperanza.